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“Mateo, por nombre también Leví, de publicano fue hecho apóstol, siendo el primero que escribió el Evangelio de Cristo en lengua hebrea, estando todavía en Judea y para bien de los cristianos judíos.”       (San Jerónimo s. IV)

 

 

 

 


Nada de lo que sigue a continuación es digno de crédito, salvo las palabras del Maestro, y solo quiere ser motivo de reflexión.

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Es la voluntad del Padre que su voluntad sea la del Hijo.

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IV
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No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
- No tentarás al Señor, tu Dios.
- Retírate, Satanás (príncipe del mundo), porque escrito está: adorarás al Señor tu Dios y a El sólo servirás.
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El Hijo, fue conducido al desierto por el espíritu del Padre para ser puesto a prueba. Ayunó y al sentir hambre fue tentado por el Malo
Mi opinión:
El retiro del Mesías no es la penitencia del eremita para evitar caer en el pecado; ni siquiera es penitencia, sino búsqueda: el amor nunca es sacrificio, y si es un sacrificio, es que se hace de mala gana, luego no es amor, deseo. El objeto de retirarse del mundo, por ejemplo, al desierto durante cuarenta días con sus noches y en ayuno, o diez minutos por las noches a nuestro yo más profundo... no es castigarse en sacrificio baldío, sino buscar el silencio y la soledad necesarios para poder escuchar al Padre en lo escondido de nuestro propio pensamiento, escapar del ruido mundano y sus concupiscencias el tiempo necesario como para re dirigirnos, y buscar la Verdad en la Palabra. El Cristo conoce la Palabra; nosotros, aspirantes a cristianos, reconocemos al Creador gracias al Hijo del hombre, al enviado: nuestra brújula; pues el Padre obra en él. Así, discernimos que es el Padre quien nos habla, y no el Otro: el Encargado de probarnos; y es que, en absoluto es relativo este dilema fundamental y cotidiano. De hecho, es el motivo de tanto despiste. Al Padre hay que buscarlo, mientras que el Otro, nos busca a la vuelta de cada esquina.
 
Cuando la buena cristiana encuentra al Padre, no le supone un sacrificio preparar el hogar y cuidar personalmente a sus hijos y a su compañero (diga lo que diga su entorno, las modas, la sociedad e incluso el clero progresista, que no es tal), sino que lo hace con amor (lo desea); es su misión: creced y multiplicaos (cristianamente). Cuando el buen cristiano encuentra al Padre, no le supone un sacrificio sostener el hogar mientras su pareja realiza su parte (insustituible), ni lo supone ocuparse de ella para facilitarle la vida por encima de cualquier otra distracción fuera del hogar, ni lo es ayudar o complementar la buena educación de su descendencia. La misión más importante de ambos a partir de su unión es conseguir buenos cristianos para la sociedad, para el prójimo, para el Padre. Sus renuncias no deben suponer un sacrificio; sino un privilegio, y eso se consigue cediendo (o no), siempre en busca de la Verdad, del Padre: el pensamiento de la pareja también debe ser uno solo; por eso, huelga decir que sobran los secretos. Si la brújula es el Evangelio y no las influencias externas, la cosa está clara.
Lo mismo, al buen hijo cristiano no le supone un sacrificio obedecer y prestar atención a sus padres. Si ha recibido la información correcta, lo vera como premio, no como castigo. Si cualquier actitud cristiana supone un sacrificio, no hay que buscar culpables fuera (casi siempre por otorgar nuestro permiso para que "lo de afuera", envuelto en papel de regalo, relativice la Verdad absoluta), sino en nosotros mismos.
 
La penitencia debería tener que ver más con la disciplina que con el castigo, para buscar y encontrar la fuerza interior necesaria que venza nuestra debilidad, si ese fuera el caso; cuando esta nos aleja de la Palabra. La penitencia tras el error no debe ser un sacrificio; se ha de percibir como una necesidad, un deseo (amor) de superar aquello que nos aleja del prójimo (tanto importa el cercano como el lejano), del Padre...
Rodeado de ruido materialista; costará mucho escuchar al Padre; e incluso encontrarlo para poder “arreglar la casa” antes de volver al mundo de nuevo... quizás hoy día, con tantas distracciones al alcance de la mano (empezando por la televisión e internet), no basten diez minutos antes de dormir para la mayoría, o cuarenta días; o toda la vida. Hubo tiempos mejores para escapar a la tentación, por eso quizás hoy tenga más valor seguir el sendero estrecho sin despistarse, cuando todo invita a dejarlo.
La búsqueda de Jesús (nuestro modelo) se produjo antes de enfrentarse al Malo (que es muy distinto a renunciar al mundo para no enfrentarlo), y no después (que no sería su caso, si no el nuestro), tras sucumbir al Tentador. Renunciar al mundo es cobardía de avestruz, es guardarse el talento en un pañuelo; y enfrentarse a él sin la Fe auténtica, una temeridad. No venimos aquí a escondernos del mal o a darle la espalda como un eremita, por mucho que nos asquee hoy la deriva gnóstica humanista (materialista) o nuestra propia debilidad de espíritu; venimos a ser probados por el Príncipe Encargado: a probarnos eligiendo lado: a servir al prójimo, o a servirnos de él. Al que me niegue ante la tribulación yo le negaré ante la Verdad; quien no está conmigo está contra mí; no hay término medio.
Cuando la pareja o los hijos (o los padres), por mucho que lo intentemos, nos alejan de la Verdad; no podemos (por mucho que los queramos), aceptar el relativismo, la mentira, el mal: El que quiere al padre o al hijo (a cualquier ser querido) más que a MI, no es digno de MI (hablaba el Padre, la Verdad).
 
Retirarnos a nuestro desierto particular sin brújula (Palabras del Padre en el Evangelio), hará seguramente que nos perdamos. A veces, hace falta un hecho traumático, una ruptura brusca, para pararse y pensar, y sentir... empatía, con (con, no por) el prójimo; con todo el prójimo; y si entonces conocemos la Palabra, quizás podamos sentirla, e incluso seguirla. Los pecadores arrastramos una inercia desordenada, ensordecedora y anestésica difícil de alterar. Se llega al Padre gracias al prójimo, no apartándonos de él. El retiro al desierto de nuestra soledad, la reflexión, la búsqueda de la verdad, ha de ser previa; o a la madurez; o a cada etapa, o a cada noche; para tener la casa ordenada para la mañana siguiente o para el resto de nuestra vida.
 
 
 
Jesús fue conducido por el Espíritu (Santo del Padre) al desierto, para ser tentado, probado, por el Encargado como un humano más. Fuera simbólicamente o no, así ha trascendido su respuesta según Mateo.
Juan, para variar, va por libre y no hace ninguna referencia a las tentaciones de Jesús en el desierto.
Pedro (Marcos), a modo de resumen, refiere que el Espíritu le llevó al desierto, donde estuvo 40 días tentado por Satanás; y “vivía con las fieras y los ángeles le servían”.
Pablo (Lucas) aunque no emplea exactamente las mismas frases ni en el mismo orden, lo narra prácticamente igual que Mateo e incluye como este, la genealogía de Jesús; por lo que probablemente uno leyó previamente al otro; seguramente Pablo a Mateo. Lucas: Escrito está que el hombre no vive solo de pan. Escrito está: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo servirás. Se ha dicho: No tentarás al Señor, tu Dios.
No importa tanto como llegaron a saber de las tentaciones del Maestro; como que tres Discípulos sinceros: Mateo, Pedro y Pablo, hablaron del hecho, y por separado. Además, esas frases solo podrían ser de Jesús (del Padre), o de un charlatán; y ninguno de los tres lo era para ponerlas en boca del Maestro. Como todas las del Mesías, son frases trascendentes, porque son del Padre; y por eso nos han llegado: “No solo de pan vive el hombre”: el Padre, además de los talentos y la fe, nos da todas las cosas de mayor valor, las que no tienen precio, ni se venden, ni se compran; suceden en nuestro pensamiento, en nuestra alma, donde llueve y sale el sol y la luna tanto para los justos como para los pecadores. El Padre nos da todo lo bueno; y el Encargado del tamiz, todas las pruebas.
El Cristo fue tentado como un humano más por el Príncipe de este mundo. Pero con el Cristo no tenía nada que hacer, porque el Espíritu Santo del Creador siempre está en el Predilecto: No tentarás al Señor, tu Dios... respondió Jesús, y dejó claro desde entonces que “es el Padre el que obra” ; el que habló en el pensamiento, por boca del Cristo; así, el Espíritu Santo del Padre es el Hijo Predilecto por su gusto; y el que “habla/obra” en cada elegido cuando le presta oídos; por eso Jesús dijo: “no os preocupéis de lo que diréis cuando os interroguen los que os persiguen, porque entonces se os dirá lo que tenéis que decir".
 
E igualmente dejó claro que, el Padre no es el engendro gnóstico nacido en la noche de los tiempos, mitad bueno, mitad malo; el de los marcionistas, cátaros, masones, protestantes, arrianos, maniqueos, etc. Invento “a la medida”, conveniente; que sirve de coartada a los débiles de espíritu desde tiempo inmemorial. La peor patraña que impregna todo el viejo Novus Ordo anglo sionista y sus excrecencias; coartada que impregna todo hoy, y sin freno. Dios Creador, el Padre, el Poder; es el bien; porque “solo UNO es el bueno” (solo uno es Santo). Por eso el mensaje del Cristo siempre irrita al cesar de turno como ningún otro. Porque, como bien sabían los clásicos filósofos (pre nazis) griegos y romanos, para optimizar el poder (la especie), racionalizándolo, conviene llegar al engaño y sacrificio selectivo “del sobrante” (de la mayoría); es el diabólico maquiavelismo político de la república ideal, de la que beben los lacayos masones y sus amos. De ahí el secreto elitista de sus malvados actos. El racismo humanista contra la humanidad cristiana, verdadera, sin secreto ni doblez cuando es auténtica.
El Padre no es mitad bueno, mitad malo. El mal, no está en el Padre; pero el mal si forma parte (evidente) de su Creación: el Angel Caído, Príncipe de este mundo; Satanás, Demonio, Diablo, Belcebú, Baal, o como se quiera; es el mal, el Malo; y se subordina a Dios, al Bien; le sirve y se postra adorándolo. El mal se circunscribe a este mundo: “tamiz” necesario entre trigo y paja. Es realmente otra la selección verdadera de la Vida (no la natural de esta vida); en la que los descartables lo son por propia iniciativa.
 
Sin el bien, no se entiende el mal, pero sin el mal si se entiende el bien. La luz, proyecta sombras. Sin luz, todo es sombra; es nada… no es, no existe. Sin Dios, sin el bien; nada ES. Pero, evidentemente (y la prueba es uno mismo, basta pellizcarse), Dios existe, ES: Hay luz por tanto, con independencia de que proyecte o no, sombras: con independencia de su Creación. El mal no sirve; excluye, divide, disgrega, destruye: sobra. El mal es un reino, un “ser”, dividido contra sí: Un dios dividido contra sí; no es tal. El mal pone de manifiesto el valor del bien y se pone en evidencia; marcando el contraste que es causa de su autodestrucción: se desintegra. El Bien es integrador; es vida; es eterno; quien "no desea estar” en el Padre; no es. Es el que desea ser; y solo se puede ser, uniéndose al que ES.
Al decir "venga a nosotros su reino", es un reino sin mal el que pedimos y deseamos (si realmente sentimos lo que decimos). El mal se circunscribe a esta vida/mundo, del cual el Malo es Príncipe: Es su destierro; fue su libre elección; es su papel, como el de Judas fue traicionar al Maestro para que todo se cumpliera, y ahorcarse después como “hijo de perdición”, desechando toda posibilidad de arrepentimiento. Todo está escrito, porque el Padre es atemporal. El tiempo, como el mal y el bien, es parte de su Creación. Por eso todo está escrito para el Padre desde antes de su creación; desde siempre: porque el Padre es Siempre.
 
No hay vació en el pensamiento consciente: “El que no está conmigo, está contra Mí” (vuelve a obrar, a hablar, el Padre). No se debe aceptar el mal; se debe combatir, pero nunca con el mal (y no hay término medio). El Padre pudo aniquilar al diablo al instante, hacerlo desaparecer de su vista, pero el diablo en este mundo tiene su función y hace su papel. “No resistid al Malo”... con sus armas: con el mal. Un fin bondadoso nunca justifica los medios del Malo. Cada medio es un fin en sí mismo. Todo medio ha de ser bondadoso, y por tanto sin engaño y “a la vista”, buscando la Verdad. Jesús combate al Malo, al mal, con el Bien. Nadie, excepto el Cristo, está libre de pecado, así que no se debe sentenciar (aplicar castigo), pero si se puede y se debe juzgar en conciencia, y públicamente si es preciso, para denunciar el engaño, el mal: “gritadlo (denunciadlo) en las azoteas”; para evitar que se reproduzca, para frenarlo; pidiendo al Padre discernimiento para no confundirnos ni confundir (para eso está la Brújula); y para no castigar al hacerlo. Así, hay que juzgar en todo momento, en cada pensamiento, y denunciar si hace falta (para llegar a la Verdad), pero no sentenciar a ningún hermano (por muy Caín que sea), ya que nadie está libre de pecado como para tirar la primera piedra, salvo el Cristo; y este (el Padre), al llegar la ocasión, perdonó a la adúltera: la misericordia es la justicia del Padre: ve y no peques más... (porque si sigues haciéndolo, tu misma te sentenciarás). Es un deber denunciar el mal públicamente, pero siempre sin ánimo de hacer mal con ello, sino con la intención de que prevalezca la Verdad; ejemplo a la vista de todos y del Padre.
 
Constantemente en el adulteradísimo Odre Viejo; los prodigios, los milagros que se relatan, están impregnados de "maldad divina" y humana (y bastante cruel y vengativa), so pretexto de favorecer al "pueblo elegido" (casi siempre desde perspectivas materialistas, mundanas) o como castigo de malas conductas. Por el contrario, en el Odre Nuevo del Cristo (del Padre) ningún milagro emplea el mal; ni como medio para castigar, ni para, supuestamente, defender el bien. Ni un solo milagro para dar una “lección” a nadie... Dios no castiga en este mundo (en este mundo o vida, obra el mal el Encargado y los humanos a través suyo); en realidad el Padre no castiga, porque quien se condena, se sentencia, se castiga a si mismo. El Mesías (nuestro ejemplo), no resistió al Malo: no lo combatió con las armas del Malo, con el mal; porque el Tentador, el Encargado, tan solo hace su cometido; pero Jesús sí se resistió a todas sus tentaciones, porque el Espíritu Santo del Padre siempre está “en el libre albedrío” del Hijo del hombre.
 
Los Apóstoles del Cristo, así como los Profetas que les precedieron, son humanos; tenían tentaciones, defectos, cambios de humor o de parecer; y se veían influidos e incluso arrastrados por el medio social; sus modas y tradiciones; “se desviaban”, aun siendo conscientes de poseer una pequeña parte de la Verdad. Como humanos, cayeron innumerables veces en los errores de sus padres (antepasados), en tentación. Solo cuando el Espíritu Santo del Padre es admitido por el elegido (cuando rechaza al Malo), este le inspirará, y tenderá a salir la Verdad, más o menos mezclada con pasiones humanas, errores y despropósitos, dependiendo del caso. Así, la primera adulteración forma parte, inconscientemente, del propio “elegido” (profeta, apóstol... santo, misionero, sacerdote, seglar o quien sea), pues la inspiración del Espíritu Santo del Padre no se transmite al dictado, sino que se abre paso entre las emociones y reflexiones propias: en el propio pensamiento de un pecador (porque solo Uno es el justo). Esta adulteración primera solo tiene una excepción: el Predilecto; en el que siempre está el Padre (por propia elección); por tanto, en él nunca vence el Malo (aunque, como sabemos, también lo intentó al menos tres veces; ya sean simbólicas o reales). Así, en todas sus palabras (al contrario que en el Odre Viejo) el mal brilla por su ausencia. Y sin embargo al ser preguntado por el joven, que le llamó Maestro bueno; él le contradijo, afirmando que solo Uno es el Bueno al 100%; luego el Cristo, que nunca miente, nos dijo que ni siquiera él es bueno absolutamente; solo el Padre. El Cristo es bueno en la medida que el Espíritu Santo de Padre está en el Predilecto.
Tras esa primera adulteración inconsciente de los mensajeros sirvientes, que el Patrón envía a los malvados arrendatarios; vendrán un sinfín de adulteraciones “exteriores”, agravadas en proporción al tiempo transcurrido y a las expectativas de los interesados. Así, la mayor parte de la Ley, las Antiguas Escrituras, el Talmud, la parte de la Biblia que corresponde al Viejo Testamento, etc. (e incluso probablemente, algunos pasajes atribuidos a Juan evangelista con cierto tufillo cabalista); han llegado a ser una aberración contraria al Nuevo Testamento u Odre Nuevo del Cristo. Como dijo este, el mayor valor del Odre Viejo, es haberle anunciado; pero por contra, desgastado y roto, no deja de acumular y sembrar confusión y odio acumulado. Al leer el “Odre Viejo”, llaman la atención las barbaridades que se ponen en boca del mismo dios; radicalmente opuestas a la Verdad transmitida por el Mesías. Pero llama aún más la atención, las excusas de la Iglesia Católica (y no digamos las otras) para aceptar de partida esas barbaridades como ¿“palabra de dios”?; al aceptar tal cual, el Antiguo Testamento. Y no tengo más remedio que poner dios con minúscula, porque atribuírselas a Dios con mayúsculas es tanto como blasfemar; y eso no tiene perdón cuando es contra el Espíritu Santo del Padre: contra el Padre (igualmente, llamar santo a alguien, por virtuoso que sea, es una ofensa al Padre, si uno cae en la cuenta). El Odre Nuevo sufre los mismos ataques que el Viejo. Así, resulta evidente la deliberada deriva vaticana (caídos otros filtros), que desde varios planteamientos erróneos de partida, va hacia otros aún mucho más desviados, ya inmersa en una conspiración colosal; propios del protestantismo y más allá, camino del Fin del Tiempo de las Naciones; víctima del Novus Ordo masón anglo sionista. Para que todo se cumpla.
 
No solo las palabras de los profetas del odre viejo han de “cogerse con pinzas”; hasta las de los Apóstoles del Cristo deben pasar por un tamiz (y no digamos ya las de sus sucesores, “oficiales o no”). El tamiz evangélico no debe ser otro que las solas palabras pronunciadas directamente por Jesús; (no las que relatan la situación, son reflexión del Evangelista o las pronunciadas por otros personajes apegados al contexto); que son atemporales del Padre, y trascienden infinitamente las situaciones en que se emplearon o el entendimiento de tantos que las transcribieron. Por eso, prescindo deliberadamente de todo el relato, para centrarme solo en las escuetas palabras del Maestro sacadas en lo posible del contexto histórico. En su conjunto, son la Verdad que podemos y necesitamos comprender. Este mensaje sencillo y conciso, debe ser la vara de medir en nuestra relación con este mundo/vida, y la razón de nuestra existencia y actos. Así, las respuestas al Tentador recogidas en el Odre Nuevo, debieron evitar una mala interpretación gnóstica de partida; pero nadie hay más ciego que quien no quiere ver (y tiene el poder de cegar al resto).
Todo el Evangelio; “la Ley y los Profetas”; se resume en un solo mandamiento, en el que el odio, el mal... (ese 50% mal atribuido) brilla por su ausencia: solo UNO es el Bueno: Maldad 0,0 %. Solo para concedernos el libre albedrío “a SU semejanza”, debe existir el mal junto al bien; para poder como EL, elegir nuestro destino: Como/con EL, integrador; o fuera de EL, auto excluyente.
Cabe preguntarse cómo los Apóstoles evangelistas conocían las tentaciones de Jesús, si estaba en la soledad del desierto: No pudieron presenciar tampoco el transporte instantáneo hasta lo alto de la montaña o del templo. Aunque nada es imposible para el Padre, como sucedió en la Transfiguración. Con los pocos datos que nos han llegado (los necesarios), el conocimiento de este hecho probablemente fue relatado a los Discípulos por el propio Jesús (si no lo sabemos, tampoco importa). El Diablo suele tentar en el propio pensamiento, así que quizás las tentaciones son hechos simbólicos (o quizás no). Los Discípulos quizás lo entendieron así, o quizás no, y en su imaginación le darían forma y cierta lógica; pero, hace falta tener mucha fe para creer tal relato literalmente, y aún mucha más para llegar al tormento y a la muerte por defender sus Palabras. Cuando se tiene la seguridad de estar en la Verdad (en el Padre), ya no parece imposible llegar hasta el final, es una sensación profunda y tranquilizadora. Lo importante no es cómo; es el qué; y el por qué nos llegó.
 
Teniendo Jesús pocos meses de vida, aún no era consciente de sí mismo, por mucho que ya el Padre estuviera en él. Así cómo cuando empezó a perder la consciencia en la cruz, y se sintió solo (aunque no lo estaba): y dudó porque ya no era totalmente dueño de sí; de su cuerpo mortal colapsando. Lo mismo desde niño, desde bebé; como todo humano al principio “no era dueño de sí”. Por muy rápido que fuera el proceso, fue madurando hasta tomar plena consciencia de su singularidad... de sus talentos; y tras esos años y ese periodo de reflexión; fue llevado por el Padre a ser tentado. Pasó la prueba como estaba escrito y reconoció al Padre en sí mismo. Como lo reconoció igualmente el Malo, postrándose ante él... (quizás en su interior). El Padre quiso que supiéramos de las tentaciones, pero sobre todo, de las respuestas del Hijo, de SUS respuestas.
 
Lo dicho aquí solo son unas reflexiones; una posible interpretación; solo las palabras del Cristo están garantizadas. Para este repaso al evangelio de Mateo (sin san); parto de una premisa fundamental: la absoluta sinceridad y verdad de las palabras del Cristo (del Padre); pero siempre que, (pensando sobre todo en Juan), fueran recogidas por dos o más Apóstoles. Pongo en cuarentena (hasta el día del Juicio) y siempre bajo revisión, el resto del Evangelio; es decir, el resto de palabras del Evangelio. Y por supuesto, prescindo totalmente del odre viejo, salvo cuando el propio Cristo lo da por válido puntualmente, al mencionarlo. Recurro a Juan solo cuando no entra en conflicto con los otros; ni con la esencia del Credo, pues hay pasajes suyos con palabras del Cristo que si encajan perfectamente. Solo las palabras del Cristo, porque Jesús nunca miente: Hasta sus enemigos coinciden en que es sincero a más no poder; motivo por el cual lacayos masones como Oswald Spengler le tachan de bobo: "nunca supo realmente lo que pasaba" proclama el ateo masón en su Decadencia de Occidente: es el “calumnia que algo queda”; la intención oculta; la medida verdad: la mentira; una constante masona, pues como dijo el maestro de maestros masones Pike: la mentira, la gnosis, es el meollo de la masonería; de los lacayos de la oligarquía anglosionista... los labradores arrendatarios asesinos “de turno”.
 
Los ateos masones y sus amos anglosionistas se valen siempre del engaño y la media verdad (que viene a ser lo mismo); así, la aparente filantropía “ocultamente interesada”; es un espejismo útil a sus fines; y desprecian por el contrario la bondad desinteresada, la misericordia indiscriminada cristiana. Tener humanidad es para ellos un espanto, un gran error, una debilidad intolerable y atacable allí donde se presente; incompatible con su modelo de poder “racional”, destilado de la perfección humanista clásica (la mentira se “justifica” contra el débil; vienen a decir Aristóteles, Platón, Sócrates, etc.) griega y romana; y neoclásica renacentista revolucionaria; germen del sionismo y su darwinista masonería. Tachan a los verdaderos cristianos de retrasados y los perciben como tales; sobre todo a los que buscan imitar al Cristo. El bobo que hacía milagros confirmados por otros bobos; y que lo fue hasta el final, sin duda, para "chinchar" a los príncipes de los sacerdotes; los ancianos, escribas y fariseos (la élite de turno: los labradores arrendatarios asesinos; los sabios de Sión). Un bobo que cambió el mundo, a su llegada en extremo cruel; de esclavos oprimidos y perversión, en donde seguía imperando la cavernaria ley del más fuerte; en donde la vida de los más vulnerables, la inmensa mayoría, no valía un céntimo. Antes del Cristo (y en las tribus actuales que desconocen su mensaje) eran habituales los sacrificios humanos, infantiles, sexuales; de los más débiles en general: forasteros, invadidos, refugiados, inválidos, ancianos, enfermos, marginados, incultos, pobres, etc. La esclavitud era el estado normal de la inmensa mayoría. Así, en la “civilizada” Grecia clásica, solo unos cuantos eran ciudadanos libres con todos los derechos; y en otras culturas eran mucho más crueles aún. Prácticamente no existía el concepto de bondad, y a lo más que se aspiraba (con mucha suerte) era a cierta justicia. El Odre Viejo está atestado de ejemplos de odio, injusticia y maldad... y, ¡del pueblo elegido!; por eso el Padre le quiso, sí... (al pueblo elegido) pero cuando era “niño” (Oseas, Cap. XI): en sus albores; cuando Abraham.
 
La decisión personal de elegir (o no), el instinto (impulso) del animal irracional subyacente en todo humano; el del primate del que procedemos; se realiza en nuestro caso mediante un proceso de reflexión. Si un chimpancé mata a otro por envidia de su posición social en el grupo; es por instinto, sin reflexión racional. Cuando un humano mata a otro por envidia de su posición social en el grupo, siente el instinto de hacerlo (como el simio), pero tiene también la capacidad de no hacerlo, de vencer su instinto; no por miedo a represalias o por empatía, que es también instintivo; sino por el poso cristiano que subyace aún en el subconsciente colectivo de nuestra cultura (hermanados, hijos de un mismo Padre), y que ayuda a reconocer la diferencia (en absoluto relativa para el cristiano) entre el bien y el mal; lo que da sentido a nuestra existencia y a la Creación con relación a nuestra especie y a todas. Es la decisión personal y nunca impuesta, que nos llama a servir a otros humanos y no a servirnos de ellos; y nos iguala realmente por nuestra propia voluntad. De no ser así, no es cristiano (aunque así se haga llamar); ni es racional (en el mejor y menos habitual sentido de la palabra). Otras especies también colaboran entre sí frente al resto de especies: los lobos, las abejas, los elefantes, etc. pero solo en la nuestra, esa colaboración puede ir más allá del instinto, ya que nuestro pensamiento complejo permite que el Creador se exprese en nosotros… si accedemos (y mientras lo hacemos); hasta el punto de anular al instinto primario del Otro: del Príncipe Encargado “de Aquí”. Al tomar algo del Creador, formamos parte de su pensamiento inmortal; tomamos parte en EL por su deseo; que pasa a ser el nuestro.
El humano, tras superar cierto umbral evolutivo, alcanzó/recibió la gracia de poder "superar" su instinto (impulso) genético (animal), que le ata a esta vida; dominándolo en algunos casos (elegidos). Ya podía elegir esta vida: o continuar por la autopista de la egoísta evolución selectiva; compitiendo y sirviéndose instintivamente del resto de su propia especie (a donde quiere devolvernos el Novus Ordo anglosionista); o elegir (tras recibir el Mensaje del Creador), desviarse (como Abraham), por el sendero semi oculto que conduce a la Verdad absoluta del Padre; sirviendo “como el menor “de los hermanos” al resto.
 
El Pueblo Elegido, gracias a su patriarca Abraham, "encontró un camino estrecho”; virgen entonces, que se desviaba del “ancho” y recto; del fácil que todas las especies venían arrastrando ciegamente desde el principio. El habitual sacrificio de los indefensos encontró un obstáculo en Abraham; que buscó en su corazón al verdadero Dios, y lo encontró. Este patriarca (padre de multitudes, pues su sangre buena regó el desierto) quizás hizo de su pueblo el elegido. De inmediato, como sucedió con el Cristo, comenzó la adulteración. Hoy como ayer, los que dicen representar al pueblo elegido (echándolo a perder como profetizó Daniel), son los que promueven el Nuevo Orden anticristiano camino del fin del Tiempo de las Naciones; quienes dicen buscar el bien (material siempre para ellos) mediante el mal (el fin, relativo a sus intereses inmediatos -siempre malvado, pues se basa en el sacrificio de alguna parte del prójimo-; justifica todo tipo de maldades -los medios-). Los que creen en un dios déspota solo para hebreos adeptos, que compartan su mismo odio racista. Si acudimos al evangelio del hebreo Mateo (19) y no a la Wiki-masona anglosionista, vemos que los mandamientos de las Tablas de la Ley recitados por Jesús al joven rico que le pidió consejo, lo que decían realmente es que no se debía adulterar, ni robar, ni calumniar; que hay que honrar a los padres y amar al prójimo como a uno mismo. Pero, por el contrario, el amor se hace trizas en los “mandamientos” de los labradores arrendatarios asesinos; el llamado anglosionismo actual; una adulteración cabalista, gnóstica, que siglo a siglo bebió con otros nombres del odio de los pueblos gentiles vecinos, como los babilónicos: el cruel ojo por ojo, para satisfacer el instinto y en aras de la gloria terrenal; les caló hondo. De ahí la denuncia del Hijo del Propietario en el Templo, ante los culpables, por adulterar las Antiguas Escrituras, la Ley, con preceptos de hombres materialistas. Error de bulto que también arrastra la Iglesia católica "de cartón piedra", casi de partida, al incluir el Viejo Odre junto al Nuevo; el puñal bajo la almohada.
 
Las tablas de los labradores arrendatarios asesinos siguen arrastrando el odio visceral puesto en boca de su dios inventado, conveniente, sanguinario, vengativo, cruel y jactancioso; políticamente ideal (como el islámico), para gobernar un rebaño sumiso, obediente, maleable, sin voluntad ni iniciativa. Los Protocolos del nuevo orden anglosionista no inventaron nada nuevo. Fango mundano que el agnóstico de turno vomitó en sus escritos: "Yo soy Yahveh tu Dios, fuerte, celoso, que castigo la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen". Así, la adulteración llego a darle la vuelta “al Espíritu” de Abraham; resultando un dios al que temer y odiar; y en todo caso, imposible de amar. Buscaron a Dios en el brillo del becerro de oro (Moloc, Baal, Lucifer, etc.), y solo encontraron al Príncipe del engaño.
El Malo es incansable: el Cristo murió rodeado de pecadores, y la adulteración del Mensaje del Padre comenzó ya en vida del propio Cristo. Tras recibirle con aclamaciones y palmas, prefirieron en su mayoría escuchar a los que les ofrecían pájaro en mano, o treinta monedas, como sucedió con la Ley del Viejo Testamento mosaico y la orgía del becerro de oro a la llegada de Moisés con las Tablas.
 
Adulteración temprana fue la del concepto de bondad (de misericordia); enfrentándolo y contraponiéndolo al de justicia; pues los preceptos de los hombres confunden ley con justicia; y la ley de los hombres suele estar lejos de la bondad, que es la justicia del Padre, la misericordia; y la misericordia del Padre es la Justicia. La Ley de Dios no es relativa y es justa; pero la ley de los hombres, si es relativa, y siempre injusta en mayor o menor medida. La Justicia solo es del Padre. Enfrentar Justicia y Misericordia es caer en la adulteración maniqueísta del dios gnóstico cabalista: bueno y malo al tiempo. Lo que enfrentan los labradores asesinos y sus secuaces masones, es su ley relativa (a la que llaman justicia), y la Misericordia, que siempre sale perdiendo aquí.
 
Así como muchos confunden Justicia (que es Misericordia) con la ley de turno; también se confunde bueno con bobo (suelen ser los mismos), y quien lo hace, no sabe… o, más bien, no quiere saber, lo que es ser bueno; por muy personaje que se sea (o precisamente por serlo, como Oswald). Las apariencias "engañan" al más erudito; sobre todo si va desde el principio a “crucificar”. Querido Spengler, ser bueno se elige, ser bobo no; Jesús eligió ser bueno, sirviendo al resto como el (hermano) menor, porque así fue concebido por el Padre: ya que, "en él se complació". Jesús es el único humano sabio, en el más amplio sentido del término; por eso, es El Maestro: “No llaméis a nadie maestro, pues uno solo es vuestro maestro.” (Ni llaméis a nadie Padre, porque uno solo es vuestro Padre; y supongo, que eso lo dijo por "papas" como el ¿santo? ¿padre?... masón, Bergoglio). El Cristo está contenido en el Padre (como todo, pues fuera del Padre nada es; solo el Padre ES); y el Espíritu Santo del Padre (por su propio deseo) está “siempre” contenido en el Cristo. Por eso al ver al Cristo, vemos al Padre; y al escucharle, le escuchamos. Por eso, el Padre, su espíritu santo y el Hijo son una sola voluntad. Por eso Dios respondió así al Malo. El Padre no es el viejecito de los cuadros; es TODO lo que ES; es poder puro; y la Palabra es su pensamiento, su Espíritu Santo. Y su espíritu está en el Maestro.
Jesús es tachado por masones como Oswald, de retrasado mental, pero basta leer a Jesús sin prejuicios para desmentirlo. Como basta con leer a Spengler y a los suyos para saber de qué pie cojean: pues son herederos de "filosofías" de ateos aprovechados como Marción; y de falsos mesías marranos como Sabbatai Zeví; siempre rodeados de banqueros y padrinos en la sombra, como Chelebi y Natán de Gaza; testaferros al servicio del cesar de turno; así, el incipiente anglo sionismo gestionado por Henry Oldenburg, la Royal Society; y su graciosa Cia.
 
Los labradores arrendatarios asesinos de turno “se encontraron” con otro mesías de turno: el pseudo (cabalista) rabino Zeví (nacido en el imperio otomano e hijo de un rico comerciante inglés pesudo puritano), como caído del cielo: un maníaco depresivo al que se le ocurrió santificar el mal, lo prohibido (un enfermo mental como Mahoma y sus sangrientos mensajes angelicales). Le ficharon, y financiaron “como inversión” su nueva religión gnóstica para seguir combatiendo al Mesías. Sabbatai se autorizó a sí mismo para dejarse llevar por sus vicios, por sus debilidades, y al mismo tiempo, y precisamente por ello; ser: "un elegido" de su dios “a la medida”, con patente de corso para servirse del resto; más o menos lo mismo que Lutero le dijo a su discípulo; porque están todos cortados por el mismo Patrón. Tan descabellada doctrina, fruto del sincretismo adulterador histórico; sentó sin embargo cátedra entre los débiles de espíritu como Zeví; que vieron “la luz” con esa filosofía, secta, religión, tan conveniente a sus intereses y debilidades (predominio del instinto). Loco, pero no tonto; sino, más bien, un listillo que llegó a creerse sus propias estupideces; apoyado y alentado por sus financiadores: El mal “necesario” era un mérito para elegidos como él; incluido el marraneo o sea, la mentira, para salvar la vida (o la bolsa). Así, a partir de entonces, “un marrano” gnóstico (sincrético) se santificaba engañando (primero; y después, con todo tipo de maldades) para “ganarse el cielo" y la aprobación de su dios “a la medida” (gnosticismo, mentira; en estado puro). El que mejor engaña a los demás es el que primero se ha engañado a sí mismo: La mentira es el meollo de la masonería, que diría Pike. Así como el mahometano (islámico) "se gana" a su ala haciendo el mal al que no lo es. Todos igual.
 
Como no podía ser de otra manera, en las antípodas de los falsos mesías marranos como Zeví, está el verdadero y único Mesías: “Al que me niegue ante los hombres, yo le negaré ante mi Padre”. Siendo él mismo, ejemplo (¿y víctima...? ¡no!: beneficiario) de sus palabras. Dio esta vida por mantener la Palabra, por la Vida: Ni los ateos masones podrán dudar de su sinceridad, honestamente, en su fuero interno, con independencia de su falta de fe.
Los falsos mesías como Zeví, y su falso dios gnóstico bipolar, son ídolos del gnosticismo sincrético: del actual anglosionismo. Implantaron la semilla del odio, que repta tras la mentira; el racismo patológico hereditario, que procura siempre una coartada para el mal; para seguir imponiendo la selección animal entre humanos. La fuerza de unos auto "elegidos" (ellos) sobre el resto; del fuerte sobre el débil… Esto es lo que sucede cuando unos enfermos se ponen a hacer cábalas sobre el Talmud (odre viejo), pudriéndolo; y el cesar de turno (marioneta del Príncipe de este mundo), interesadamente, les respalda. Aquellos que se valen del prójimo para alcanzar el poder, caen en las tentaciones que Jesús con todo el Poder en sí, rechazó. Porque vino a servir al Poder, al prójimo; no al Príncipe encargado de este mundo/vida. No cayó en aquellas tentaciones ni en ninguna otra, incluida quizás la más fuerte que se le presentó: evitar el suplicio, fallando al Padre y a todos: "Hágase tu voluntad y no la mía".
Nada de lo dicho es digno de crédito (excepto las palabras del Cristo) y solo quiere ser motivo de reflexión.
 
 

 

 

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Arrepentíos, porque el reino de los cielos ha llegado.
 
 
 
Al enterarse de la captura de Juan se retiró a Galilea, tierra de gentiles; cumpliéndose así la profecía de Isaías. Allí predico el arrepentimiento por la llegada del Reino de la verdad.
Mi opinión:
Nos dice Mateo que, tras ser entregado Juan, Jesús comenzó a predicar la Palabra del Padre; es decir, a llevar la luz de su reino (de su voluntad) a los hombres de buena voluntad; a llamarles.

El Reino de los Cielos, es aquel en el que “los llamados” desean vivir este mundo/vida; intentando seguir la Palabra recogida en el Odre Nuevo; el mensaje del Maestro. Es el reino del bien: de la justicia, que es la misericordia; el servicio al prójimo, al Padre; como el menor de los hermanos: “Venga a nosotros tu reino”, es un deseo: Padre bueno, santificado sea su recuerdo y alabada sea su mención. Queremos hacer lo posible para hacer su voluntad en la tierra, en esta vida (por nuestra propia  voluntad); como se hace su voluntad en el Cielo (en la Vida, en Usted)

 

Anunciada la venida del Cristo/Mesías, en el Odre Viejo; el Reino de los Cielos es aquel que desea el Padre. Como dijo su Predilecto, es mi Padre el que obra: “Estudiáis las Escrituras (Odre Viejo), pues vosotros pensáis tener en ellas la vida eterna, y ellas son las que dan testimonio de mí. Más no queréis venir a mí (Odre Nuevo), para poseer la Vida”. (Juan, 5)

A partir de Reino de los Cielos (del Cristo), la humanidad ya no puede ignorar el deseo sencillo, claro y conciso del Poder, y deberá “mojarse” cada cual. Ya no cabe justificarse por la ignorancia. Dijo Jesús:

“Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mudo, sino para que el mundo se salve por él (Reino de los Cielos/Odre Nuevo… Sermón de la Montaña). Quién cree en él no se condena, pero el que no cree, ya está condenado, porque no cree en el Hijo Unigénito de Dios. Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo (la Verdad, en absoluto relativa) y los hombres amaron más las tinieblas que la luz (las mentiras), porque sus obras eran malas. Todo el que hace el mal, odia la luz y no viene a la luz para que no sean criticadas sus obras. Pero el que obra el bien viene a la luz para que se vea que sus obras están hechas conforme a Dios” (Juan, 2).

 

Así que, ¡ojito con el secreto y la obediencia, masones que os decís cristianos!, ya que TODO CRISTIANO: masón y profano, debe mostrar sus intenciones. No cabe el secreto (ni la obediencia por encima del Mensaje); es del Malo.

 

Existe el reino del silencio, allí donde se dice que reina. El reino de la oscuridad y el de la luz, allí donde las haya. Igualmente, el Reino de los Cielos es aquel donde reina el bien y la misericordia (donde reina el Padre por nuestra libre voluntad en esta vida); por contraposición al reino del mal. Los límites "del reino" en estos dos últimos casos, vienen definidos por las personas y sus acciones; y aunque la línea entre ambos reinos, a veces sea muy fina y serpenteante, existe y es continua en todo momento. Jesús nos trajo la certeza de esos límites (y por tanto su valor absoluto) y su contenido cierto, imposible de relativizar. Las dudas y los conceptos ambiguos, quedan ya para siempre claros para los que sepan ver y oír. No se cambia de la noche a la mañana, hace falta tiempo, pero si es mucho, quizás no de tiempo; pero de lo que no cabe duda es de que si no se intenta, seguro que no se cambiara.

Por cierto, los límites no son flexibles, y cuanto más se separe la sociedad de turno del Camino, más costará respetarlos. Tal es el caso hoy, donde se antoja un imposible ya la fidelidad conyugal de por vida, y el aborto y la eutanasia se dan por aceptadas. La verdad puede cambiar y cambia;  la Verdad, no.

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Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres
 
 
Caminando junto al mar de Galilea vio a dos pescadores, los hermanos: Simón y Andrés; entonces les habló.
Mi opinión:
Comenzó el Maestro por elegir a sus discípulos; los que habrían de transmitir el Mensaje del Padre, el Evangelio. Los que primero habrían de comprender para multiplicar la Palabra.

Discípulos, maestros de otros discípulos; para que cada cristiano (auténtico) procure traer el Reino en base a los talentos recibidos.


El pescador de hombres, pesca pescadores; ya que el fin de todo cristiano es intentar imitar al Maestro (el ejemplo). Incluso el menos diestro, si de verdad pone empeño, con su solo ejemplo de vida puede servir al prójimo, y por tanto al Padre; llegando incluso a ser un gran pescador. Así, Pedro, que era humilde, sencillo y rudo, conmovió al Maestro, porque por su libre voluntad, hizo suya la del Padre. Más hace por el reino quien tiene un talento y le saca partido, que quien algo tiene (mucho o poco) y lo guarda temeroso en el pañuelo. Si se te ha concedido la FE, no es para que la disfrutes solo para ti, o la dosifiques a conveniencia.

Intentar vivir en la Verdad en esta vida, no es fácil para nadie, pues siempre se va a contracorriente; tanto el pobre como el rico, el simple como el inteligente, el débil como el fuerte, el repulsivo como el atractivo. Pero esos dones pasajeros son como un imán para ciertas tentaciones. Un rico podrá desprenderse de su riqueza, pero alguien que destaque por su inteligencia, fuerza o atractivo, a menudo se verá tentado de aprovechar su ventaja para servirse del prójimo (en lugar de servirle), y no podrá desprenderse de su don. Por su parte, quien carece de esos dones, evitará las tentaciones asociadas, pero podrá verse tentado fácilmente por otras; sobre todo por la envida y el odio. Solo el Padre puede sopesar pros y contras en cada cual al detalle; pero nos matizó concretamente la contradicción que supone la riqueza respecto a su Reino, con independencia de su procedencia, pues es egoísta respecto al hermano (al que hemos de servir como el menor). Dones como el atractivo, la fuerza o la inteligencia suelen conducir a la egoísta riqueza y sus placeres.

Así pues, las ventajas en esta vida, pueden ser por contra, un lastre para alcanzar el Reino aquí; y después, la Vida. Quién “sufre” (se aprovecha) de estas ventajas, suele relativizar la Verdad, adulterándola; lo que sin duda, es incomparablemente peor que el desconocerla en el supuesto de que nos hagamos llamar cristianos, engañándonos en primer lugar a nosotros mismos.
 
No hay que ser inteligente (y menos aún, culto) para entender el sencillo mensaje del Padre, que está, no por casualidad, al alcance de todos: Querrás al Señor tu Dios sobre todo; y a tu prójimo como a ti mismo. Es sencillo: sobre todo al Padre, y después a todo el prójimo y a uno mismo en igual medida. Quien quiere al prójimo como a uno mismo, no es rico.


Muy pocos están destinados a acumular un tesoro en la Vida buscando la perfección; pero la austeridad, la sobriedad, debería presidir la conciencia de cada aspirante a elegido, a cristiano, por hipótesis. Todos, en nuestro sano juicio, podemos ser pescadores de hombres. Basta conocer la Palabra, e intentar (tras cada caída) ponerla en práctica. Y lo conseguirá (siendo consciente de ello), el pobre, el débil, el repulsivo; antes que otros, atados a sus dones/ventajas, a sus imanes de tentación. Y ha de ser consciente el pescador de serlo, pues nos vemos reflejados en aquellos que nos escuchan u observan libremente: Al hacer por ellos, hacemos por nosotros; y sobre todo, por el Padre.
En Mateo-19 leemos que el joven preguntó a Jesús por lo que debía hacer para conseguir la vida eterna... "Si quieres entrar en la Vida, guarda los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra al padre y a la madre, amarás a tu prójimo como a ti mismo ...". El Cristo detallará en el Sermón de la Montaña la diferencia entre el corrupto testamento del Odre Viejo, (cada vez más vigente hoy de nuevo, con el Novus Ordo de la Elite Talmúdico Usurera de turno), y el Odre Nuevo, respecto a estos mandamientos.
Los llamados, con su sola conducta, pueden ser pescadores de pescadores. Esa es "la Iglesia que escucha", los fieles. No precisan de oratoria, sabiduría ni don de gentes.
 
El joven respondió que esos mandamientos ya los cumplía, y Jesús le respondió: "Si quieres ser perfecto (si es lo que buscas), ve, vende tus bienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo. Ven y sígueme". O sea, lo primero, y para empezar: quédate solo con las sandalias de pescador, la túnica y el polvo del camino. Y segundo, sigue mis pasos (si es preciso, hasta la cruz). Esa es "la Iglesia que guía"; la de los misioneros, clérigos o cristianos anónimos desinteresados, que nada tienen ni quieren, sino para los demás. Y dan hasta la vida por servir. Grandes pescadores de hombres, que le dan a la expresión toda su fuerza. Su ejemplo nos guía.
La Iglesia que aún sabe escuchar, y la otra que aún sabe guiarnos; aun en medio de la tempestad de confusión (sobre todo allí donde crecen las cruces); esas dos, conforman la verdadera Iglesia de Pedro; sin techo, ni muros, ni parcela; sin límites. Que no la de cartón piedra del infiltrado masón Bergoglio y cia; o cualquiera de las innumerables sectas, siempre sometidas al cesar de turno.

 

En la iglesia cristiana católica no son todos los que están (ni mucho menos, y cada vez a peor), pero probablemente están casi todos los que son.

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