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XVIII

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En verdad os digo:

si no os volvéis y hacéis como los niños, no entraréis en el reino de los cielos. Quién se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos. Y quien reciba en mi nombre a un niño como éste, a mi me recibe. Pero quien escandalizare a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valiera que le ataran al cuello una piedra de moler que mueven los asnos y lo arrojasen al profundo mar. ¡Ay del mundo por causa de los escándalos!. Es necesario que haya escándalos, pero ¡ay de aquel por quien viene el escándalo!. Si tu mano o tu pie te escandaliza, córtalo y arrójalo lejos de ti: mejor te será entrar en la vida manco o cojo, que ser arrojado con tus dos manos o tus dos pies en el fuego eterno. Y si tu ojo te escandaliza, arráncalo y arrójalo lejos de ti: mejor te será entrar en la vida con sólo un ojo, que ser arrojado con tus ojos a la gehenna del fuego.

Mirad no despreciéis a uno de estos pequeños, pues os aseguro que sus ángeles ven continuamente el rostro de mi Padre, que está en los cielos. Pues el Hijo del hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido. ¿Qué os parece? Si uno tiene cien ovejas y se extravía una de ellas, ¿no dejará las noventa y nueve en los montes y se irá a buscar la extraviada?. Y si logra encontrarla, os aseguro que se alegra por ella más que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. De la misma manera, no quiere vuestro Padre celestial que se pierda ninguno de estos pequeños.

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Mi opinión:  

Nadie como un niño, en su inocencia, para intuir lo que está bien o mal; sin relativismos. Las buenas experiencias y educación, refrendarán esa intuición y las malas, la desviarán.
Venimos del Padre. Y algunos volverán a EL: los que conserven esa inocencia primera dentro de sí; esa que mueve la voluntad por encima de modas, ritos, imposiciones, sacrificios. Los que perseveren. Pero esa buena voluntad innata, en ausencia de la luz del Evangelio, del mensaje del Padre que la refrende, es muy difícil que prospere y prevalezca; por no decir imposible, ante los continuos avatares a que nos somete esta vida. Jesús más que nadie, tenía esa inocencia; y por eso Oswald Spengler, el masón, le llamó bobo ignorante en su Decadencia de Occidente, afirmando que nunca supo realmente lo que pasaba a su alrededor. Oswald nos permite comprobar el mejor ejemplo de quien carece de inocencia: un masón de los que nos imponen el Nuevo Orden Anticristiano, que diría Disraeli; parto de la Elite Talmúdico Usurera Anglosionista. Es decir, aquellos hijos del Diablo que escandalizan en masa, al por mayor.
 
Claramente nos dice Jesús (el Padre), la alegría que representa para EL la vuelta de una oveja perdida. La vuelta de quien dejó de ser niño en su corazón… en su voluntad, en su propósito.
Cuando el Diablo quiere tentar, nos pregunta ¿si pudieras salvar a mil niños, matando ahora a uno, qué harías? Es lo mismo que dijo Caifás: “Este (inocente) debe morir para que Israel viva”. O sea, lo de siempre: el fin justifica los medios de los fuertes, de los que toman las decisiones para que la raza, la nación, la empresa, el bolsillo... prosperen. Los más capaces, los más inteligentes: la piedra tallada, el hombre ideal producto de la razón.
Sin embargo, el corazón del niño (del bobo de Spengler) no admitirá ninguna muerte, empezando por la del sacrificable, y punto, Bergoglio. Ni el comunismo en medio de la injusticia con el débil, ni el aborto en medio de la injusticia con la madre, etc. Nunca, Bergoglio; nunca clero progre-masón.
 
Si amar al prójimo ("si amáis a los que os aman, ¿qué merito tenéis?") es el mandamiento más importante después de amar a Dios... matar al prójimo es la mayor aberración y me atrevería a decir que ese perdón solo lo podría dar Dios mismo y con un arrepentimiento doloroso de puro sincero. Del mismo modo que el auto aniquilamiento ("amarás a tu prójimo como a tí mismo"), promovido por los mismos agnósticos (ya viene la cosa de alguna corriente clásica-griega de la que bebieron los neoclásicos e ¿ilustrados? masones) maltusiano-darwinistas, es contrario al mismo mandamiento (en palabras de Jesús los dos más importantes y de los cuales depende toda la "Ley y los Profetas", que es el Antiguo Testamento o pacto, si quitásemos las sucesivas e innumerables adulteraciones agnósticas). El cristianismo verdadero (catolicismo bien practicado) es la religión del amor, sin dobleces. Es parecido al amor sencillo y entregado de un niño; Y NO el pseudo amor frio y calculador de quienes dicen obrar en beneficio de mayorías, o incluso de la mayoría (SOCIALISMO, COMUNISMO)... o de los inteligentes, de los más capaces, de los más selectos de la especie, de los elegidos por esto o aquello, de los menos imperfectos (NACISMO, FASCISMO)... para justificar así el sacrificio de las minorías (SOCIALISMO, COMUNISMO), o de la mayoría (NACISMO, FASCISMO); pero siempre en uno y otro caso, el sacrificio de "la persona" cinética o potencial x. Dijo el Hijo, dijo el Padre: MISERICORDIA QUIERO Y NO SACRIFICIO
 
El Padre no quiere que se pierda ninguna de esas almas de niño. Al que desvíe (escandalice) a una de estas almas de niño que creen en el Padre, más le valiera... Es el Padre el que nos habla por boca de Jesús.
No despreciéis a ninguno de estos pequeños, pues sus ángeles ven continuamente el rostro de mi Padre. Esos pequeños, serán, son ángeles. Los Santos Inocentes de Herodes, los incontables abortos del viejo Nuevo Orden y tantos otros seguramente también.
 
Lucas (17-3,4) recoge parte del discurso de Jesús, pero su narración es escasa frente a la de Mateo, que prácticamente la recordaba palabra por palabra. Es lo que tiene recordar lo que ha vivido uno mismo y cuando aún está reciente. Sin embargo, Lucas escribió lo que en algún momento Pablo pudo ir recordando.

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Si tu hermano peca contra ti, repréndelo a solas. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma contigo un testigo o dos para que todo el negocio se falle sobre el dicho de dos o tres testigos. Si no les hace caso, habla a la Iglesia; y si desobedece a la Iglesia, sea para ti como el pagano y el publicano. En verdad os digo que todo lo que atéis en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra, quedará desatado en el cielo. Digoos además que, si dos de vosotros están de acuerdo en la tierra para pedir una cosa cualquiera, la conseguirán de mi Padre del cielo. Porque donde están reunidos dos o tres en mi nombre, allí estoy en medio de ellos.
 
... No te digo que hasta siete veces has de perdonar a tu hermano, sino hasta setenta veces siete.

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Mi opinión:  

De nuevo Lucas, refiere la idea que concisamente quedó en el recuerdo de Pablo: “Mirad por vosotros. Si tu hermano peca, repréndele, y si se arrepiente, perdónalo. Y si pecare siete veces al día y acude a ti diciendo: me arrepiento, perdónalo.”


Sin embargo, Mateo refleja literalmente lo vivido. Añadiendo por ejemplo el “a solas”. Para después entrar en una de las repuestas de Jesús más atípicas y que solo a Mateo el ex recaudador, podía dar. Así, si un cristiano peca contra uno, habrá que hacer lo que resume Lucas: mirar por uno mismo. Es decir, tras reprender a tu hermano “en Cristo”, recurrirás a todos los medios honrados (en aquel tiempo los testigos y la iglesia); y si persiste en su maldad, sea para nosotros como un extraño al Evangelio, como un mal cristiano, o lo que es igual, un cristiano de boquilla. En todo caso, si injustamente salimos perdiendo aquí, tendrá consecuencias allá. Nada de lo que suceda aquí quedará impune para el Padre. Haremos lo que buenamente podamos para salir bien parados ante la injusticia, pero siempre obrando justamente, con verdad y bondad. La inteligencia no está reñida con la misericordia, si no se emplea con engaño, con maldad... con segundas, terceras o cuartas. Si realmente somos cristianos, hay que pensar que lo más inteligente no es engañar al malo de turno sin que lo note, ni suele ser lo mejor para nuestros intereses en esta vida… si es que realmente creemos en la otra, creemos en Jesús; lo más inteligente para un cristiano, es no engañar bajo ningún concepto y, sobre todo, no engañarse a uno mismo, que es como querer engañar al Padre. Lo más inteligente para un cristiano, es tener a Jesús por modelo de conducta.


Si agotando todas las vías honradas salimos perdiendo, solo queda perdonar (pero de verdad, de corazón) y seguir adelante. Por supuesto, “quien la guarda”, no perdona de verdad. Eso se llama venganza (y nos lo suele pedir el cuerpo, el instinto, el Malo); y es hacer un pan como unas tortas. Pero siempre será bueno para ambas partes (ofensora y ofendida), buscar el arrepentimiento sincero de quien nos ofende; y no solo porque vaya a reparar el mal que nos causó, sino por su salvación y la nuestra. Claro que, si vemos que se aprovecharan más aun de nuestra bondad (hay gente incorregible), será mejor tratarlos como a no cristianos (aunque se hagan llamar así… o sea, como a paganos y publicanos) y perdonando, nos apartaremos de su vista y camino; pues Jesús (el Padre) nos dijo que hemos de mirar por nosotros, y también “amarás al prójimo… como a ti mismo”. Hemos venido a servir, pero también hay que cuidar lo que se nos dio: nosotros mismos, o las personas que puedan depender de nosotros, que también es servir. Aunque habría que reflexionar antes que nada en cualquier disputa, si no soy yo el que ofende, aunque me sienta ofendido. Como dijo Jesús, a veces vemos la paja en ojo ajeno sin ver la viga en el nuestro.


 
No hay que intentar ser bueno porque el Padre lo sabe todo, y nos premiará o nos castigará; hay que serlo, porque es la verdad escondida en la inocencia de un niño; porque es la esencia primera, donde bondad y justicia confluyen en el Padre: "solo el Padre es bueno"; y en el Padre está la verdadera vida. Es lo que nos pide el Padre a través de Jesús. Por eso Mateo como Lucas, termina la cita diciendo que hay que perdonar siempre y de “corazón”; y si nos va en ello la hacienda, la honra o la vida, habremos de sentir pena por ese tropiezo del que no se arrepiente (no repara) aquí el mal que nos causa, y que desgraciadamente (es muy difícil sentirlo así cuando te han hecho mucho daño...  pero es algo que pedir al Padre... por el que nos ofende), le pasará cuenta.


 
Jesús empleó la expresión atar y desatar refiriéndose a Pedro y a Mateo; lo refiere el propio Mateo. Le dijo a Pedro (Mateo 16): "Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo ha revelado la carne y la sangre, sino mi Padre celestial. Y, por tanto, Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y te daré las llaves del reino de los cielos. Y cualquier cosa que ates en la tierra, será atada en los cielos. Y cualquier cosa que desates en la tierra, será desatada en los cielos. "Eso le dijo Jesús a Pedro, y lo refiere Mateo. Se lo dijo a Pedro (habla en singular: ates) y no a los otros discípulos, y mucho menos a los sucesivos papas. Evidentemente, ha habido papas absolutamente indignos de serlo; basta repasar la historia, y sin necesidad de meterse en casos inciertos. Evidentemente, eso solo se lo dijo a Pedro. Porque hay papas que escandalizaron y escandalizan: “¡Ay del mundo por causa de los escándalos! Es necesario que haya escándalos (así también Judas), pero ¡ay de aquel por quien viene el escándalo!”. Seguramente también ha habido siempre apóstoles, discípulos, pescadores de hombres tan buenos como Pedro; pero creo que siempre han estado mas cerca de parecerse a un misionero, antes que a un papa. Y es que, realmente, un papa debe lidiar con el cesar, el poder de turno aquí y, creo que solo hay dos formas de hacerlo, bien formar parte de ese poder, corrompiéndose, por tanto; o bien siendo lacayo de ese poder, lo que es aún peor si cabe. Pero la Iglesia institucional ha sido, es, necesaria (es necesario el escándalo dijo Jesús, como fue necesaria su muerte), para que exista esa otra verdadera, limpia Iglesia inmaterial de las voluntades.


 
Jesús empleó la expresión atar y desatar refiriéndose a Pedro y a Mateo; lo refiere el propio Mateo. Le dijo a Mateo (Mateo 18): "En verdad os digo que todo lo que atéis en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra, quedará desatado en el cielo." Eso se le dijo Jesús a Mateo, y lo refiere el propio Mateo. En este caso, habla en plural (atéis). Después añade: "si dos de vosotros están de acuerdo en la tierra para pedir una cosa cualquiera, la conseguirán de mi Padre del cielo. Porque donde están reunidos dos o tres en mi nombre (y aquí sí parece que se refiere a cualquier cristiano verdadero), allí estoy en medio de ellos." Cuando Jesús responde, creo, a una duda de Mateo (por el tipo de duda que es, así lo creo); está dando una pauta de conducta en asuntos, al parecer, muy cercanos al “cesar”, muy mundanos; es decir, a asuntos legales (se habla de testigos). Donde confluyen los intereses del día a día, de esta vida; y los asuntos del Padre, de la vida. Creo que, en este caso, es una pauta para todo aquel que cree en su palabra, que es la del Padre. Creo que, en este caso, lo de atar y desatar se refiere a la imposibilidad de cambiar lo que en esta vida dejemos hecho o pendiente: así quedará escrito… por ejemplo cuando pasemos junto a un mendigo, o junto a cualquier injusticia y miremos a otro lado; o cuando no obremos bien con nuestros deudores. Creo que Jesús, no habla aquí solo para Mateo, ni solo para los doce; le está hablando a su rebaño (en el mejor sentido de la palabra) a través de los siglos; y dejándonos la infinita esperanza de su presencia junto a nosotros en cualquier circunstancia, por pocos que sean los reunidos. Eso lo sabían los mártires del circo, y los que les siguieron. Así, hay que fijarse a quien se dirigía Jesús cuando hablaba a sus discípulos.


En Mateo 10, cuenta como Jesús llamó a sus doce discípulos elegidos, a los doce Apóstoles: Jesús recorría todas las ciudades y aldeas enseñando el Evangelio y curando toda dolencia. Al ver a las gentes alicaídas (desanimadas), como ovejas sin pastor (como vidas sin destino), se compadeció y dijo a sus discípulos “La mies es mucha y los obreros pocos; rogad al Padre para que envíe obreros.” Reunió a sus 12 discípulos y les dio poder para arrojar malos espíritus y para curar toda dolencia. Les envió a su misión: “No vayáis a tierra de gentiles, y no entréis en ciudad de samaritanos; sino id más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel”. Evidentemente, este era un mensaje concreto para aquellos doce. Había muchos seguidores de Moisés descarriados, pues los escribas, sacerdotes y fariseos del momento (como hoy) habían corrompido la fe verdadera (por denunciarles Jesús, fue perseguido y le mataron, como reconoce Maimónides). Había entonces mucho trabajo “en casa” como para dedicar los escasos obreros (12) a convertir paganos. Rápidamente, si se quiere, se puede sacar ejemplo, adaptándolo. No es difícil: por ejemplo, antes arreglar lo de la Iglesia Católica que pretender arreglar la del vecino protestante, la orgullosamente agnóstica de toda la vida, por ejemplo. En todo caso, Mateo explica concisamente el porqué de la necesidad particular de ese momento. Y continua con la singularidad de aquella coyuntura (que también podría extrapolarse, siempre con buena voluntad); vino a decir Jesús al enviarlos: id con lo puesto y cobrad vuestro sustento como obreros, más cuando curéis el cuerpo o el alma, nada cobréis; pues gratis recibiréis ese poder, gratis lo daréis. Buscad un hogar digno mientras enseñáis en una localidad, dejando allí la paz. Y pasó a advertirles de los males que les acecharían en su misión. Es fácil sacar la enseñanza para quienes continúan la tarea de pescar almas, pues las situaciones se repiten invariablemente con distintos matices... Sin embargo, en un momento dado de aquella charla, les dijo: “En verdad os digo, no terminaréis con las ciudades de Israel hasta que venga el Hijo del hombre”. Aquí esta la clave de la narración de Mateo para nosotros a través del tiempo, y lo que hace que ese discurso, en apariencia particular, sea realmente un discurso premeditadamente universal, pues Jesús se estaba dirigiendo a sus doce, y al tiempo, a su rebaño de todos los tiempos; o mejor dicho, a los verdaderos obreros, pastores o pescadores de todos los tiempos. Entonces Israel, el pueblo que supo en la noche de los tiempos creer en el verdadero Creador; ya no es un estado del presente, ni una tribu del pasado, ni la supuesta raza superior de lobos agnósticos vestidos de pastores… Israel son aquellos hijos del Padre que escucharon, escuchan y escucharán a aquel que envió, su Hijo predilecto; así como algunos de los ancestros de aquella tribu elegida que supieron escuchar al propio Padre en la zarza, o a sus profetas.
Así, Jesús nos muestra a quien dirige sus palabras y porqué. El que más sirve a los demás es el que más sirve al Padre. No va a ser más el discípulo que el maestro, pero puede (debe) intentar ser como él. Todo el que ayuda a uno de estos pequeños (humildes, mansos) porque es discípulo, tendrá su recompensa.
 
En cuanto a lo de atar o desatar, en relación con el perdón de los pecados, creo que, aunque nos confesemos a un clérigo, lo importante es pensar que estamos hablando, confesándonos al Padre en nuestro interior, al tiempo. Y lo importante creo, antes que la penitencia impuesta por esa persona, será nuestro verdadero arrepentimiento y propósito de enmienda ante el Padre. No será una penitencia, un sacrificio, en sí, sino un placer. Anda, ve y pide perdón al que ofendiste, a tu hermano con placer (con el placer de complacer al Padre), y no con vergüenza. Y una vez con la conciencia en paz, tranquila, ve a conmemorar la Ultima Cena; porque allí está Jesús entre algún desconocido y tú.
Y cuando nos reunamos para pedir al Padre con la intercesión de Jesús (¿porque, que hacemos al orar sino pedir y pedir?). Pidamos por ser mejores para el Reino de los Cielos, para el Padre, revisando para empezar nuestras flaquezas, o las del prójimo. Porque el Reino de los Cielos está allí donde se hace la voluntad del Padre.
Otra cosa (sin entrar ahora en la utilidad de penitencias como rezar cinco padresnuestros… más vale uno, si es pensando en lo que se reza), son los consejos que el cura, o similar, nos pueda dar; y es que hoy se pone más en evidencia que nunca el hecho de que gran parte del clero no es tal; son otra cosa, y me atrevería a decir que muchos, son todo lo contrario. Basta echar un vistazo, por hablar solo de la Iglesia Católica, a Bergoglio y cía, o a los curas separatistas o revolucionarios, fanáticos politizados, infiltrados al efecto por las antítesis masonas, alias Elite Talmúdico Usurera Anglo Sionista. Muchos, cándidamente, se dejan adoctrinar por lacayos de Satanás si no tienen criterio para discernir la tentación (algo que debemos pedir al Padre a diario), discernir al buen pastor. Como siempre, la vara de medir es el Evangelio sin manipular. Todo el que diga que cualquiera de las cosas que dijo Jesús están trasnochadas, y hay que adaptarlas a los tiempos, apesta a Nuevo Orden masón-anticristiano, con su superfinanciada propaganda abrumadora y omnipresente hoy en la Tierra. El cristianismo no hay que adaptarlo, no caduca, porque es la religión del amor verdadero; la verdadera religión, es eterno porque no es una religión, es la verdad. Por eso envejece bien; no como el islam, por ejemplo, con su guerra santa, sus lapidaciones, su injusticia con la mujer, su materialismo (que si bellísimas huríes… esclavas sexuales, que si palacios con mármoles… poder y riquezas, y muchos amigos… salidos de la nada, etc).
 
Los relativismos y el determinismo que impone el Nuevo Orden, hoy a través de falsos clérigos, solo son viejos agnosticismos… engaños (que diría Pike); so pretexto de actualizar (destruir) la Palabra del Padre. Hoy, en que ser cristiano, más que ventajas representa inconvenientes, no cabe la confesión por el “qué dirán” de antaño. Si alguna ventaja tiene el hecho de confesarse hoy, es el de obligarse a reconocer las culpas; pero, ya dijo Jesús que es el Padre, en lo escondido, quien te escucha, y al que hay que rendir cuentas y plantear dudas; pues es en nuestro subconsciente donde está y desde donde nos habla sin palabras, como parte de nosotros mismos, cuando “conectamos” con EL. Y también es ahí desde donde nos tienta el Malo cuando nos olvidamos del Padre. Los antiguos eremitas comprendían esto, y no querían ni precisaban confesores; ellos lo eran de otros que los buscaban para confesarse; y es que hay que buscar al buen pastor y no dejarnos engañar por el que pueda decirnos lo que queremos oír (por ejemplo, como que puedes separarte o abortar a tu hijo en determinadas circunstancias porque la sociedad y la iglesia actual ya lo aceptan), que suele ser lo más fácil para nuestra mundana existencia e intereses aquí.
 
Solo una conmemoración nos pidió Jesús que recordáramos: la Ultima Cena. Está claro que, solo con el propósito sincero de tener a Jesús como modelo, se puede y debe celebrar, compartir... si no es así, mejor dejar la cena, como hizo Judas. Así, reunidos, estamos ante la verdadera Iglesia de Pedro, rindiendo homenaje al Salvador, y por tanto, al Padre.
 
Por último y cambiando de tema, impresiona el hito que supone la Transfiguración en el relato de tres de los evangelistas, o narradores de la vida y doctrina de Jesús. El Hijo vuelve por un momento al Padre... de esta vida a la otra, y sin pasar por la muerte. Los tres amigos más cercanos al Hijo en esta vida no tuvieron que viajar a ningún lugar lejano o subir hasta las estrellas; estaba allí, entre ellos, sobre aquel monte, que por un momento cambió. Como dijo Jesús en otras ocasiones, el Reino de los Cielos está aquí entre nosotros. Y allí estaba Jesús, transformado a su vez, junto a sus tres elegidos, Pedro, y los hermanos Santiago y Juan. Hablaba con Moisés y Elías (Juan Bautista). Y el Padre, como nube (zarza ardiente con Moisés), habló de nuevo, y sacó de toda duda a esos tres apóstoles. ¿Por qué en el muy posterior evangelio, relato de Juan, este omitió ese relato tal cual, siendo uno de los protagonistas del hecho más singular que pudiera imaginarse? Evidentemente, dada la importancia del mismo, no cabe pensar que, con el tiempo, lo olvidó. En todo caso, la Transfiguración, sirvió a tres de los cuatro evangelistas para situar sus recuerdos, y sirve a cualquiera de referencia, para comprobar lo mencionado u omitido de cada evangelista; el antes y el después.

 

 

 

 

 

 

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El reino de los cielos se parece a un rey que quiso tomar cuentas a sus siervos. Al comenzar le fue presentado uno que le debía diez mil talentos, y, como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer, sus hijos y todo lo que tenía y así satisficiese. Entonces el siervo se echa por tierra y, postrado, le decía: Señor ten paciencia conmigo y todo te lo pagaré.

Movido a compasión el señor de aquel siervo lo soltó y le perdonó la deuda. Pero al salir aquel siervo encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo ahogaba, diciendo: Paga cuanto debes. Y cayendo a sus pies, el compañero le suplicaba: Ten paciencia conmigo y te pagaré. Pero él no quería, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo que había pasado, se disgustaron mucho y fueron a contarle al señor todo lo sucedido. El señor entonces lo mandó llamar y le dijo: Siervo malvado, te perdoné toda aquella deuda porque me suplicaste, ¿no debías tú compadecerte también de tu compañero, como yo me compadecí de ti? E irritado su señor, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda su deuda. Así os tratará también mi Padre celestial si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano.

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Mi opinión:

¿Por qué habla Jesús muchas veces con parábolas? porque llegan a muchos, ya que son sencillas de entender. La mayoría empatiza con los protagonistas de las mismas: son situaciones asumibles. Pero Jesús (el Padre) también lo dice sin dar rodeos, directamente: misericordia quiero y no sacrificio. Al orar al Padre, cabe pensar en lo que es bondad y justicia al tiempo, porque la bondad es la justicia del Padre; y la justicia es la bondad del Padre. Así, le pedimos que perdone nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Eso también es servir al prójimo; así servimos a la Vida, al Padre. Esta parábola es el ejemplo perfecto de lo dicho.


Haga o diga la Iglesia oficial de turno lo que quiera pero, por lo que a nosotros toca, al pedir al Padre que perdone nuestras deudas; seguido, asumimos perdonar a nuestros deudores, como reza el Padrenuestro. Es fácil perdonar a veces, pero otras es muy difícil. Más vale que pidamos al Padre por favor que nos ayude a perdonar - y de corazón -; porque sin su ayuda, muchas veces no lo conseguiremos. Así pues, creo que es al tiempo, propósito (compromiso) y petición. Pero como siempre, de nada sirve si no ponemos de nuestra parte "lo que haga falta", porque para eso se nos regaló el libre albedrio, el control sobre nosotros mismos. Si descargamos nuestra responsabilidad en el Padre, fallaremos: al que madruga Dios le ayuda. Pero, si el esfuerzo, el sacrificio, no es tal, y se convierte en gozo, eso ya es apuntar alto. El resultado del éxito o el fracaso en el perdón, lo podemos conocer hoy sin esperar al Día del Juicio, bastará un examen de conciencia. Hay un chiste que dice: cuidado, tener la conciencia limpia puede ser síntoma de mala memoria. Real como la vida misma, echamos atrás lo que no nos gusta ver de nosotros mismos.
 
Pidamos al Padre discernimiento, pero si alguna vez no sabemos de que lado está la justicia; creo qué la misericordia nos mostrará el camino. Hemos de servir al prójimo ante todo; y con gusto y agradecimiento de poder hacerlo. Porque servimos a Dios Padre.

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