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VIII

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Yo iré a curarlo. En verdad os digo, en ninguno de Israel he encontrado tan grande fe. Y os aseguro que muchos vendrán de Oriente y de Occidente (gentiles: no judíos) y comerán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mientras que los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas, afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes. Vete y que se cumpla conforme a lo que has creído.

 


 

Cuando bajó del monte, la muchedumbre le siguió. Se compadeció de los que le iban pidiendo, curándoles.
Mi
opinión:

Un centurión (un gentil), le pidió a Jesús (un judío), que curará a un muchacho, al que sin duda apreciaba: “En verdad os digo, que en ninguno de Israel he encontrado una fe tan grande”, (huelga decir que Jesús, el Padre… sabe cuándo la fe es verdadera). En varias ocasiones Jesús dejó claro que muchos gentiles se salvarían: “muchos… comerán con Abraham…”; mientras que muchos soberbios/racistas judíos serían “arrojados a las tinieblas”. Tales ideas, respaldados por milagros y multitudes crecientes con hambre de fe, atentaban contra el estatus político-religioso de la élite dominante, desautorizándola.
 
Los sabios de Sion quedaron admirados ante los conocimientos sobre la Ley y los profetas del Jesús niño que, extraviado de su madre, fue a parar al templo. De adulto, Jesús se enfrentó con muchos de ellos, pues "la tradición" se había convertido en "la traición"; habían ido corrompiendo, adulterando los mandatos del Padre (Habéis oído que se dijo… pero yo os digo…). Por aquel entonces política y religión eran inseparables, tal y como sucede hoy con los países islámicos y en el estado de Israel. Pero por entonces como hoy, era la política la que moldeaba la fe a su conveniencia (con los falsos cristianos ha sucedido otro tanto).
El Padre, nos dio otra oportunidad, un odre nuevo: puso en boca de su hijo ejemplar, sus palabras; el Verbo.
 
En otra ocasión, Jesús dio testimonio a una gentil a la que pidió agua; le dijo que la salvación viene de los judíos. Y que la salvación era él (de ahí que proceda de los judíos). Pero los judíos radicales de todos los tiempos, apegados a sus tradiciones y poder, esperaban y esperan aún, un Mesías excluyente, solo para mayor gloria de su raza elegida. Ni bondadoso, ni fraternal con el resto… sino fuerte y autoritario. Debido a su mala interpretación (interesada, en aras del poder) de los Profetas, muchos de los que se tienen por judíos, han enquistado en sus almas un profundo racismo y maldad, fruto de un complejo de superioridad patológico y hereditario hacia los gentiles y los judíos ajenos a su secta. El odio a que induce esa patología, llevó a los sabios Sion a conseguir la muerte de Jesús, a la persecución de sus seguidores y a intentar borrar o adulterar su obra (como ya hicieron sus antepasados con la Ley -de Moisés- y los Profetas). Así Maimónides (que es uno de los sucesivos sabios de Sion, generadores de conspiraciones como los famosos y muy posteriores Protocolos), en la Córdoba del 1.100 d.C. lo dijo sin tapujos, al referirse a Jesús: “Que sus huesos se pulvericen…” (puro odio); “Nuestros sabios supieron darle el final que se merecía…” (no se pude decir más claro).

 

Maimónides figura en el billete monetario actual israelí de más valor; más incluso que otro del propio mecenas Rothschild, de la saga perteneciente a "los amos" (labradores arrendatarios asesinos de turno) de la Elite Talmúdico Usurera Anglosionista; inductor de la creación de Israel (como icono sionista de dominación o más bien lugar de desolación hasta el Fin de los tiempos, que diría Daniel). Esta élite y su maldad anticristiana, ha condicionado y condiciona prácticamente toda la historia.

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Las zorras tienen cuevas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.
Sígueme, y deja a los muertos que entierren a los m
uertos.
¿Por qué teméis hombres de poca fe?

 

 

 

 

Al ver que la multitud se les echaba encima, mandó pasar a la otra orilla. Un escriba  se le acercó diciéndole que le seguiría a donde fuera. Jesús le dijo a lo que tendría que enfrentarse si pretendía imitarle. Otro le pidió permiso para ir a celebrar primero el funeral por su padre; Jesús le explicó que era lo más importante. Después subieron a una barca para pasar a la otra orilla y escapar del ahogo de las turbas. En el trayecto se produjo una gran tempestad...
Mi opinión:

Cuando la multitud le cercaba, Jesús mandó cruzar a la otra orilla. Entonces un escriba (doctor e intérprete de la Ley entre los hebreos) le dijo: “Maestro, te seguiré a donde vayas”; y Jesús le respondió: “… el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”. Así, creo que todo el que de verdad sigue a Jesús sin contemplaciones, debe saber tras leerle, lo que debe esperar en este mundo. De ahí que un verdadero apóstol de Jesús, no deba tener ataduras (matrimonio, hijos), ni hogar donde “reclinar la cabeza…”; entregándose de lleno al compromiso de poner la luz sobre el candelero, defendiendo la verdad muchas veces a costa de la tortura y de la vida.   
 
También, un discípulo le pidió que le permitiese asistir al entierro de su padre antes de ir a la otra orilla, y Jesús le respondió: “deja que los muertos entierren a los muertos”. Así, creo que abundó en la misma enseñanza que al escriba: el compromiso del obrero para con la mies, que estará antes que, por ejemplo, honrar, con la propia presencia el entierro de un ser querido. El compromiso de los grandes pescadores de hombres, de los guías; es exclusivo.
 
Mientras navegaban hacia la otra orilla, se levantó una gran tempestad. Jesús que dormía, fue despertado: “¡Sálvanos Señor, que perecemos! “El respondió: “¿Por qué teméis, hombres de poca fe?” Y la tempestad cesó. Este pasaje, parece que no tiene que ver con lo anterior, pero puede que sí. El padre pide entrega a los obreros de la mies, pero su Hijo nos dice que la fe en el Padre obra milagros cuando es auténtica. Es la fe en el bien, en el ejemplo de Jesús, en el Padre; la que mueve montañas y calma tempestades. Fe es seguridad en lo que uno cree; es certeza.
Estar totalmente seguro sin haber puesto el dedo en la llaga, mueve montañas; soporta todo mal con satisfacción porque está en la Verdad.
 
En definitiva, creo que en esta ocasión Jesús nos enseña cómo deben ser sus discípulos… los pastores de su rebaño, los que guían, los que recogen la mies; como debería ser el clero, (misionero viene de misión). La fe auténtica de muchos, es esa roca sobre la que se cimienta la verdadera  Iglesia de Pedro; mal que le pese al lacayo masón Bergoglio y a sus amos. Donde hay varios cristianos con fe, allí está la Iglesia y entre ellos el Maestro, el espíritu santo del Padre.

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